—¿Qué dices Alan? —preguntó la pintora.
—Necesito… —Se escuchó la voz del joven en un hilo—. respiración… boca a… boca.
—¡Qué imbécil! —Escupió molesta alejándose de él a la vez que palmeaba con bronca su hombro, por lo que el arquitecto se quejó—. Me habías asustado —indicó y al pestañear unas lágrimas cayeron de sus ojos—. No bromees con esas cosas. —Se levantó.
—¿Qué sucedió? —inquirió Anne ingresando preocupada.
—¡Ojalá se hubiese muerto! —masculló Milagros retirándose de la sala.<