Trilogía Destinados. Libro II A Leonardo Rowe le han roto el corazón. Después de varios años amando sin límites a la mujer que pensaba era su alma gemela, fue traicionado de la peor forma posible. Ahora se refugia en el sexo y el alcohol, buscando ese momento de nirvana en el que todo se vuelve nada. Sin embargo, cuando la noche acaba y los días pasan, esa piedra continúa molestando en su zapato. Mary Brown era su redención, pero se convirtió en su castigo. Una oportunidad de trabajo lo lleva lejos. Y con ello, la salida que tanto ansiaba. Un encuentro. Un viaje. Una coincidencia. Pero también, el eterno recordatorio de lo que sus ojos no pueden ocultar. Y que otros pueden ver. Jenny Parker puede ser su solución y él, está dispuesto a negar todo aquello que le hace tanto daño; para entregarse de una vez a lo que tanto ansía. Ahora Leo siente que la vida le sonríe, que comienza a ponerlo todo en su lugar. Y por unos años, está convencido de eso. Hasta que todo vuelve a cambiar y el giro, no puede ser más inesperado. Un compromiso que se siente obligado. Una antigua promesa que sale a la luz. Un trámite que no se completó. ¿Será que podrá al fin, pasar página? ¿O existirá algo más fuerte que lo unirá a eso de lo que tanto huye? Cuando en el pasado quedan cuentas pendientes por resolver, el presente mismo se encarga de ponerlo todo en su lugar. Orden de lectura 1-Solo dos veces al año 2-Solo un: ¡Sí, acepto! 3-Solo un para siempre
Leer más5 años atrás...
El agua corre por mi cuerpo, caliente, demasiado caliente. Mi piel ya se volvió roja, pero sigo aquí, bajo la ducha, aguantando el intenso vapor. Necesito sentir este dolor. Necesito verificar que aún soy capaz de sentir algo.
Solo han pasado dos días y yo, que todavía no tengo claro qué fue lo que sucedió, sigo en shock, intentando mantenerme en pie. Recuerdo que ella estaba feliz. No creo que haya sido un sueño ver en sus ojos tanto amor, tanta devoción. Pero al parecer, fue un espejismo, porque bastó un día, solo un puto día, para que todo se fuera al diablo.
Escuchar de sus labios que todo era un error me rompió de mil formas diferentes. Siempre pensé que nunca llegaría el día en que me arrepintiera tanto de haber amado. Pero llegó. Hoy puedo asegurar, sin miedo a nada, que Mary logró decepcionarme tanto y a tal punto, que solo pensar en ella me hace odiarla.
Me destruyó. Confié en ella, le entregué mi vida y esperó hasta el último momento para hacerme caer con fuerza. Y se aseguró que no me quedaran ganas de volver a levantarme.
Cuatro días antes...
—Yo los declaro, marido y mujer —culmina la elegante mujer que oficia la boda, con una sonrisa presente en su expresión—. Ya pueden besarse.
Me volteo hacia Mary, la emoción que siento, a punto de hacerme explotar. Ella ya me espera, sus ojos brillan con adoración. Me acerco y suspiro sobre sus labios, quiero tomarme mi tiempo para saborearlos. Y cuando por fin hacemos contacto, ella jadea, satisfecha. Yo gimo en respuesta a su reacción.
Mi esposa, la única mujer que he amado en mi vida, por fin es mía.
Cuando le pedí matrimonio pensé que duraría meses en hacerlo formal, pero Mary creyó conveniente adelantarlo todo y pues, aquí estamos. De todas maneras, después de tomada la decisión, no importa el tiempo, sino que estemos juntos.
—Felicidades, hermano. Estoy muy orgulloso de ti —declara Aiden, mientras me abraza fuertemente
—Espero que tú seas el siguiente. Y pronto —aseguro y al separarnos, en su mirada veo anhelo. Yo mejor que nadie conozco su amor eterno por mi prima.
—Eso solo sucederá si Maddie me perdona, Leo. Y lo veo tan lejos —exclama, entristecido.
—Ella te perdonará, ya verás. Solo necesitas convencerla de que te escuche.
Lo veo sonreír esperanzado. De verdad me gustaría que lograran superar todas sus diferencias y al fin, darse la oportunidad de vivir su amor.
Aiden fue el único invitado a nuestra rápida boda. Mary no lleva muy bien la relación con sus padres y decidió no invitarlos. Por otro lado, yo quise mantener todo esto en secreto, aunque sé que nunca me faltará el apoyo de mi familia. Mis motivos no son nada relevantes, solo se me ocurrió que así estaría todo bien. Ya tendremos tiempo luego para hacer una boda a la altura.
Un tiempo después, entramos de la mano a donde pasaremos nuestra luna de miel. Justo en la entrada, la cargo y la sostengo entre mis brazos, siguiendo la tradición de los recién casados.
El lugar al que accedemos es una casa amplia, un poco alejada del centro del pueblo y ubicada solo a metros de la playa. Esta casa siempre me ha gustado, principalmente, por sus amplios ventanales totalmente acristalados, que producen la sensación de estar viviendo justo en medio de todo; la naturaleza y el mar.
Además, no es sólo que haya elegido uno de mis lugares favoritos para pasar nuestra luna de miel, sino que aquí, pretendo darle una importante sorpresa. Una que ella de seguro aceptará encantada, teniendo en cuenta cómo mira todo a su alrededor.
—Es hermoso, Leo —comenta, anonadada, mientras no pierde detalle alguno.
—Tú lo eres más. Y lo mereces todo —respondo, porque ahora mismo solo soy capaz de fijarme en su propia belleza. No tengo ojos para nada más.
La coloco en el piso y ella comienza a dar vueltas por todos lados. No sin antes haberme dado un pequeño beso que me sabe a poco. En lo que ella admira todo, yo la sigo con la mirada. Su impresionante cuerpo luce espectacular con ese sencillo vestido blanco. Su cabello cae suelto en ondas y a todo lo largo de su espalda. Sus ojos verdes, brillantes, resaltan aún más con el maquillaje y contrastan con el rojo de sus labios.
Está hermosa. «Y yo no puedo negar que me muero por ella».
Mary termina de revisarlo todo y regresa a mi lado. Se sienta en mis piernas y nos quedamos así, abrazados, sintiendo nuestros corazones latir a la misma vez. Respiro en su cuello, rozando con mis labios en las partes más delicadas. Ella suspira y acerca su boca a la mía, las unimos en un beso profundo, sensual y caliente. Sus labios se sienten suaves, como la seda; y dulces, como saborear un caramelo.
Comienza así, oficialmente, nuestra luna de miel. Con la ropa cayendo a nuestros pies, con mi boca besando cada centímetro de su piel. Mis manos tocando ahí, donde su placer explota más.
Sentirla otra vez, es como despertar algo mucho tiempo dormido. Mi cuerpo la extrañaba demasiado después de un tiempo de no sentirla, pero, aun así, no olvidé lo bien que se siente tenerla entre mis brazos.
Su sudor se compacta con el mío cuando caemos en la cama totalmente desnudos. Su pelo se pega a su sien, su boca entreabierta me respira cerca, sus dedos resbalan en mi abdomen, mientras delinea con ellos, cada músculo esculpido. Toma mi virilidad entre sus manos, en un acto de ansiosa valentía y yo, respiro entre dientes, intentando aguantar.
Cuando por fin entro en ella, siento como si el elixir de la vida eterna me hubiese sido ofrecido. Sus paredes me aprietan, me absorben en un constante ir y venir de sensaciones. Cada vez más profundo. Cada vez más rápido. Hasta que ambos explotamos juntos, jadeando, encontrando la liberación que los dos necesitábamos.
—Te amo —confirmo, cuando recupero la respiración. La miro a los ojos y lágrimas silenciosas caen de ellos—. Shhh, amor, no llores —pido, mientras seco sus mejillas.
—Lo si...siento —expresa con dificultad. Intenta cambiar su triste expresión, pero no obtiene resultados.
No sé si es la emoción del momento o tiene otros motivos para sentirse así, pero sea lo que sea, me preocupa su reacción; algo no me deja pensar lo contrario. Ella suspira, toma una profunda inhalación y sonríe, supuestamente mejorada.
—Todo está bien —dice, con una sonrisa tímida y con su dedo pulgar, deshace el ceño que se había establecido entre mis cejas.
—¿Necesitas decirme algo? —pregunto, no puedo evitarlo.
Ella toma mi rostro entre sus manos y deposita un pequeño beso en mis labios.
—No es nada —aclara. Pasea su lengua por la comisura de mi boca y yo, que aún estoy dentro de ella, despierto nuevamente—. Hazme tuya otra vez. Te necesito —ruega, con sus ojos cerrados y la cabeza hacia atrás, en un gesto involuntario al sentir mi dureza nuevamente.
—Te amo, Mary. Te amo.
Lo próximo que siento, mientras la hago mía por segunda vez, son sus lágrimas correr, pero no logro determinar qué las causa.
Nuestra primera noche de casados la pasamos haciendo el amor en cada rincón de la casa y, cuando esta no nos alcanza, lo hacemos en la arena, en la playa, moviéndonos al compás de las olas. El siguiente día llega y no creo que exista algo más impactante que verla amanecer junto a mí. Admirar sus ojos soñolientos, lejos de darme pena, me exacerba aún más; todo el rato parezco un hombre de las cavernas, detrás de la hembra que le dará la descendencia, pero no puedo evitarlo.
A mediodía, estamos preparando el almuerzo cuando Mary recibe un mensaje de texto en su teléfono. Y a partir de ahí, todo cambia.
Se retrae, a tal punto, que mientras hablamos la siento lejos de aquí, de nuestro hogar, de mí. Sus pensamientos vagan y su indiferencia, hace acto de presencia.
De estar todo el día, pegados, tocándonos, pasamos a solo mantener un mínimo contacto. Intento cambiar la situación, volver a ese punto de felicidad en el que nos encontrábamos, pero no lo logro. Le pido explicaciones y ella niega todo, me ignora o me culpa de ver cosas donde no las hay. A cada rato, la siento llorar o la veo intentando mantener el tipo, cuando su cuerpo muestra todas las señales de querer derrumbarse. Aguanto callado, por su bienestar, por nuestra comodidad, pero llega un punto en el que la angustia me consume y no puedo más.
—Mary —llamo, ella se encuentra de espaldas a mí, cortando los vegetales para preparar la ensalada. Sorbe por la nariz, antes de responder.
—Dime, amor.
—¿Qué te sucede? —pregunto, primero, pero luego reacciono y le exijo la explicación que merezco—. Y por favor, no me digas que nada. Me estás ocultando algo,
Mary suspira, otra vez. Pienso que obviará el tema, pero en contra de todo pronóstico, me tira a la cara una verdad que nunca esperé saliera de sus labios.
—Pasa, que esto fue un error —dice, como si estuviera hablando del tiempo, mientras se voltea y camina, hasta que se detiene frente a mí.
Lo único que me indica que lo que dice, le duele, son las lágrimas que vuelven a aparecer.
—¿Cómo que un error? ¿A qué te refieres, Mary? —pregunto, otra vez, con el ceño fruncido; no salgo del shock en el que me encuentro.
Me fijo en sus manos, cuando intenta ponerlas sobre mí, pero se aconseja y las devuelve a su lugar. Están temblando.
—Leo, yo... —comienza, pero algo le impide seguir—. Yo...
—Tú, ¿qué, Mary? —reclamo, molesto con su indecisión.
—Yo quería decirte esto antes, pero no lo habrías entendido —confiesa, con voz lastimosa. Su labio inferior tiembla justo antes de soltar una bomba. Una que me perseguiría mucho tiempo después—. Yo estoy embarazada. Tengo casi dos meses.
Me quedo en blanco. Abro la boca, pero nada sale. Embarazada. Casi dos meses.
«No puede ser», reclamo en mi interior. Debe ser una mentira. Debe estar equivocada.
—Leo, por favor, di algo —suplica.
Cuando intenta tomar mis manos, las alejo. Ella cierra los ojos, dolida, pero ahora mismo no me importa su dolor.
—Eres una...una... —No encuentro palabra que justifique lo que estoy sintiendo y lo que ahora mismo pienso de ella—. Manipuladora.
Sollozos salen de ella, pero se mantiene firme. Aun sabiendo que la estoy ofendiendo, no hace nada por defenderse, lo que me demuestra que tengo la razón.
—Eres una mentirosa. —Vuelvo a la carga, porque dentro de mí está creciendo un odio profundo—. ¿Cuándo?
Necesito saber. Me duele preguntarle, pero lo necesito.
—¿Quién? —continúo, insistente. Pero ella solo niega con la cabeza.
—Lo siento —ruega por un perdón que sabe no obtendrá de mí.
—No lo creo —niego, ante su disculpa—. Pensabas utilizarme. Pensabas engañarme con un hijo que no es mío, ¿verdad? —A estas alturas, la rabia que me llena se puede sentir en el ambiente. Pero ya no puedo parar—. Pensaste que sería tan imbécil de aceptar algo así. Tal parece que no me conoces.
Hago una pausa, para respirar. Estoy sintiendo una fuerte opresión en el pecho y necesito calmarme.
—Por eso, todo este "corre corre" —pienso, en voz alta, reflexionando sobre sus verdaderos motivos—. Qué bien lo disimulaste, diciendo que era porque querías ser mi esposa ya. Pero tenías motivos. ¿No es así?
La ironía que expulso con cada palabra se siente como veneno. Ella solo escucha, no me desmiente, no habla siquiera. Lo único que se siente, es su respiración un poco más fuerte.
—Nunca entendí cómo fue que, de ser novios, pasamos a vernos a escondidas. Hasta ahora no pensé que podrías tener otros motivos, pero ya veo cómo funciona esto para ti. —Ella levanta la mirada y la cruza con la mía. En sus ojos veo un reto, pero no me intimida—. Alguien más te usó, sabes que no te responderá y viste en mi propuesta, una salida.
Sus ojos se aguan otra vez, mis palabras surten efecto en ella.
—¿Estoy en lo cierto? —pregunto con ironía, a modo de retórica, por lo que no espero una respuesta. Pero ella me sorprende.
—Ya tú decidiste lo que es cierto o no. No creo que necesites mi aprobación.
Se voltea con la intención de irse, pero yo la detengo, tomándola de un brazo. Ella se sobresalta con el gesto, pero no se asusta. Al contrario, mira su brazo, luego a mí, en un silencioso gesto de interrogante. La suelto y alzo los brazos, pidiendo perdón por mi arrebato.
—Te vas así, sin decir nada. —No es una pregunta, pero suena como si lo fuera.
Ella se detiene, pero no se voltea.
—Antes de que me pidas que abandone todo, mejor me voy —expresa, su voz se rompe a mitad de frase.
Trago en seco. Porque todo esto se salió demasiado rápido de mis manos. No puedo evitar sentirme mal.
—Solo dime por qué —pido, casi rogando.
—No lo entenderías —dice y vuelve a romperme el corazón.
Lo último que supe de ella, es que se fue, dejándome ahí, con el corazón en la mano y roto en mil pedazos.
POV: Andrea. Se supone que hoy es un día feliz; mi hermano y mi cuñada, aunque ya llevan casados unos dos meses, se declaran su amor en una hermosa ceremonia con la familia. Pero yo, a pesar de que me siento orgullosa de ellos, no puedo dejar de pensar en lo que mi vida es. Primero Maddie, ahora Leo; son el constante recordatorio de lo que no tengo. A mis veintiocho años, todavía no he podido encontrar ese sentimiento que te deja sin sentidos, pero que, a la vez, te hace sentir estable y completamente a gusto. O tal vez sí, lo encontré, pero de esas dos condiciones solo obtuve la primera. Un amor obsesivo e intenso, que me marcó de mil maneras y ninguna buena. Apartada de todos, observo a los novios bailar en el centro de la pista. Tomo un sorbo de mi champagne y disfruto del burbujeo delicioso en mi lengua; cierro los ojos y suspiro. —Cualquiera pensaría que, siendo la madrina de bodas, estarías allí, con tu pareja de baile —escucho una voz masculina
POV: Leo.Dicen por ahí que a la tercera va la vencida. Quisiera creer que con la segunda fue suficiente, pero no podíamos dejar a las mujeres de mi familia sin su ansiada ceremonia. Por más que para nosotros nuestro pequeño e intenso reencuentro, haya sido más que suficiente.Ahora estoy aquí, en el altar, esperando por la mujer más maravillosa que he tenido la dicha de conocer; mi esposa. A pesar de que esto podría considerarse como una renovación de nuestros votos, igual me siento nervioso. En todo el proceso de preparación, estuvo la mano delicada de Mary, pero hubo un pequeño detalle, del cual me encargué solo yo y que nadie conoce. Lo que más deseo ahora, es ser testigo de sus reacciones cuando se dé cuenta.Me considero un hombre afortunado por tener la dicha de despertar cada día a su lado; y hoy, quiero demostrarle, a ella y a todos, cuánto es
POV: Leo.Si alguien, hace cinco años atrás, me hubiera dicho cómo terminaba la historia nuestra, me hubiera reído mucho, o tal vez, se hubiera llevado la peor parte de mi temperamento.Nunca creí que mi felicidad pudiera estar ligada a una sola persona, aunque siempre supe que había dejado gran parte de mi alma en su custodia; mantenía las esperanzas de que eso cambiara algún día. Sin embargo, el destino es jodido y no le gusta tener cuentas pendientes; la nuestra era demasiado extensa. Muchas promesas que cumplir, muchos hechos que aclarar.Hoy, con toda la convicción que soy capaz de mantener, agradezco lo que la vida nos ha ofrecido después de mucho andar, a tientas, sin rumbo y desubicados.Verla ahora; sentirla entre mis brazos, con su respiración tranquila vibrando en mi pecho; me llena de una paz sincera y cómoda; casi como si se sintiera la perfecció
POV: Mary.Lo veo ahí, mirándome con tantas emociones contenidas, atento a cada movimiento y sé, con demasiadas suposiciones. Pero no creo que realmente sea consciente de lo que yo pretendo proponerle hoy, aunque todo lleve a pensarlo. Mi vestido, el ramo, pueden dar indicios de algún evento determinado, pero estoy casi segura que él cree que es algo solo convencional, nada más allá.No me atrevo a hablar otra vez, la valentía solo me alcanzó para saludarlo. Ahora tengo miedo de perder la voz, con tantas palabras queriendo salir de mí. Él espera en silencio a que yo le brinde alguna explicación; tomo una respiración profunda, antes de comenzar.—Hace mucho tiempo te juré que estaría a tu lado, tanto en los buenos momentos como en los malos —susurro, casi sin voz y dibujo una sonrisa triste en mis labios—. Como sabes, no tuvimos la dicha de q
POV: Leo.Llamo al celular de Jackson y no me responde. Insisto una y otra vez porque la verdad, no quiero que Maddie y él tengan problemas sin hablar antes de lo que sucede.Mientras conduzco, voy pensando en si mi primo todavía estará en la cabaña. Antes de ir hacia allí, que está un poco alejado del centro del pueblo, paso por casa de mi tío Mario. Él se extraña de que pregunte por su hijo, pero no hace más preguntas. Cuando salgo de allí, prometiendo regresar un día de estos, no me queda más remedio que ir hasta el bosque.Conduzco por unos diez minutos y al llegar a la entrada del camino, dejo aparcado el auto. Me fijo en los alrededores y veo un auto que no conozco, a unos metros más allá. Me acerco, porque no creo que sea el de Jackson. La matrícula es de otro estado y me extraña este hecho, pero puede ser de Estela.Emprendo viaje
POV: Leo.Definitivamente, Mary nos descubrió.Si bien no sabe en concreto lo que teníamos planeado, imagina que sea algún complot. Y no estaría tan desencaminada. Lianny, Sofía y yo estábamos planeando un encuentro, pero no se suponía que ella llegara tan rápido y me viera aquí. Aunque supongo que perdí la noción del tiempo con mi hija y no me di cuenta que había escampado.Verla llegar toda mojada y dando brinquitos para quitarse sus zapatos, después de diez angustiosos meses de no verla, me dio un poco de ternura y me quedé hipnotizado; pero luego, tuvo que quitarse su chaqueta y dejar prácticamente a la vista sus bien proporcionados atributos. En ese momento pude determinar el verdadero tamaño de mi necesidad, de mis ganas de ella.Se suponía que debía esconderme; esperar a que ella se perdiera de vista o algo, pero no aguant&e
Último capítulo