15. A una decisión de ella.
Unos tímidos golpes en la puerta me alertaron sacándome de mis irrisorios pensamientos.
—¿Sí? —pregunté sin estar seguro de que hubiera alguien tras ella.
—¿Peter? ¿Estás despierto? —preguntó una voz masculina y tan particular que mis oídos la reconocieron al momento. Me apresuré a adecentarme, ponerme una camiseta cualquiera y unos calzoncillos nuevos, dándole paso con un gesto silencioso sin disimular mi sorpresa, abrazándole impulsivamente como hacía tanto tiempo.
—Pero, ¿qué haces aquí papá? Tenía entendido que habías tenido que viajar a Alemania esta semana y no coincidiríamos.
Él me sonrió, marcando sus incipientes arrugas típicas de la avanzada edad.
—Sí, sí... Justo vengo llegando hijo. No podía perderme en regreso del pequeño de la casa —hizo una pausa sacudiéndome el pelo con cariño —, además, tu madre no me lo hubiera perdonado nunca —afirmó divertido y yo reí por igual, encontrando su lógica al instante.
—¿Te he despertado? —dudó echando un vistazo a mi destarta