Cuando acaba el discurso la que sonríe es Amber.
Eso no me gusta y menos tener que ir hasta el mismo balcón de antes. Con la diferencia de que ahora nos acompaña André. Curioso. Viendo a su novia entre interrogantes silenciosas y a mí con recato. En suma, ambos conocemos que previamente la becaria me grabó. En esa fracción de segundos que me dio la espalda, no tonteaba con el móvil; ella ponía a correr la grabadora.
Y ahora reproduce por ende el audio que oímos los tres:
— « ¿Qué me darías si esta noche me tiro a tu Anlugi?»
— « ¿No eres tú la millonaria? –recuerda– ¿Qué quieres?»
— «Que lo dejes»
— Creo que se deben una charla –expone.
Sin embargo, no hay mucho que André y yo nos podamos decir. Más allá de reproches. Por ende; él prefiere ir detrás de Amber una vez ella se retira. No obstante, camino para jalarle un codo.
— ¡Basta, Amelia! ¡Basta! –recalca– No es así –niega–, no de ésta manera...
— ¡¿Y cómo carajos, pues?! –chillo al destilar unas lagrimitas de impotencia.
André me d