El bar estaba repleto de gente celebrando algo: títulos, cumpleaños, rupturas, la vida misma. Nosotros estábamos ahí por una razón clara: mi título. Y aunque no lo decía en voz alta, también estaba celebrando haber sobrevivido.
Las luces de neón parpadeaban al ritmo de la música y el DJ parecía haber hecho una playlist diseñada específicamente para nosotras. Kat y Carla no tardaron en arrastrarme a la pista. Yo, ya con un par de tragos encima, no opuse resistencia. Sentía el cuerpo ligero, como si por fin me permitiera no pensar.
—¡Amo esto! —gritó Carla con los brazos al aire, mientras bailábamos las tres como si no hubiera mañana.
—¡Eres oficialmente una mujer titulada! ¡Y hermosa, por si fuera poco! —dijo Kat, sacudiendo el pelo con dramatismo, haciéndonos reír a carcajadas.
El alcohol empezó a hacer efecto. Las luces se mezclaban, las risas eran más agudas y todo tenía un aire de película noventera. Bailábamos en círculo, cantando a gritos canciones que amábamos en la adolescencia