Antes de que Luciana dijera algo, Vanessa, con una cara de que lo sabía todo, siguió hablando:
—Por lo que sé, tú lo quieres mucho, no lo dejarías tan fácil. Eso que finges conmigo, de que te da igual, es pura fachada. ¿Para qué te engañas?
Luciana levantó una ceja, sin molestarse en defenderse.
—¿De verdad vas a dejar que otra te quite a tu hombre, tu matrimonio…?
—Ella nunca destruyó mi matrimonio. Ellos empezaron a salir después del divorcio. Si alguien arruinó mi matrimonio, fue otra persona. ¿Por un hombre vas a arruinar tu vida? ¿No te parece absurdo? Además, dejaste manchado tu historial, tus hijos lo van a pagar después. ¿Para qué hiciste todo esto? ¿Por qué dañar así tu vida? —Luciana ya había pillado las intenciones de Vanessa, tomó su bolso y se paró.
—No me busques más, ni mandes cartas a mi casa. Si sigues, te denuncio.
Dicho esto, Luciana agarró el bolso y salió del café.
Vanessa la siguió hasta afuera, —¡Luciana!
Ya no fingía:
—Deja de actuar, no creo que ya no lo ames.