Alejandro se quedó mirando el auto alejarse, pensando en todo lo que acababa de pasar. Las palabras de Victoria seguían dando vueltas en su cabeza.
Sí… él fue quien pidió el divorcio. Él firmó los papeles. En teoría, debería estar tranquilo, ¿no? Entonces, ¿por qué sentía este vacío? ¿Por qué ahora todo parecía no tener sentido?
¿Era como esa comida que uno cree que no le gusta, pero que extraña cuando ya no la puede comer?
¿No era justo eso lo que quería? Una vida tranquila, sin emociones. Y ahora que la tenía, ¿por qué añoraba lo contrario?
Ese lugar donde antes se sentía en paz, ahora era lo que más evitaba.
—Oye, ladrón… ¿cuántas veces más? ¿Otra vez robando? ¿Ahora ya se te hizo costumbre venir a esta comisaría? —gritó un policía, bajando de una patrulla a un hombre esposado.
Alejandro volteó.
¿Costumbre?
¿Y si todo lo que sentía no era más que costumbre?
¿Se había acostumbrado a ver a Luciana al llegar a casa?
¿A cómo cocinaba?
¿A la rutina juntos, simple, pero estable? ¿Y ahora