NORA
Nos quedamos allí, unos segundos, quietas en este silencio pesado que siguió a sus palabras, y siento que si sigo por este camino, voy a explotar. Entonces suelto su mano, me levanto y voy a buscar dos vasos en la cocina.
— ¿Quieres beber algo?
Ella entiende que quiero cambiar de tema y me sigue, dejando atrás sus maletas aún abiertas en la entrada, como dos testigos silenciosos de su llegada apresurada.
— Sí… y nada de té, esta noche. Un vaso de vino tinto, estará bien.
Saco la botella abierta de mi aparador y nos sentamos alrededor de la pequeña isla, como dos adolescentes en plena confidencia. La madera suave bajo mis dedos, el reflejo rojo oscuro del vino, todo me parece extrañamente reconfortante. Léa toma una gran respiración, luego una sonrisa vuelve a sus labios, tímida al principio, más franca después.
— Bueno… te voy a distraer. ¿Sabes lo que me hizo Julien?
Levanto una ceja.
— ¿Tu Julien?
Ella asiente con una pequeña risa, y ya adivino que es una historia de pareja que