Liana llamó a la puerta del despacho de Xavier. Solo después de escuchar que le permitía pasar, empujó la puerta y entró.
—Jefe —dijo Liana con un tono estrictamente profesional.
Xavier habló sin rodeos:
—En un rato iré al hospital a visitar a una paciente. Ve a mi casa y recoge el america ginseng que nos regaló un cliente, junto con algunos suplementos. Ya hablé con Telma, puedes ir directo a recogerlos.
—De acuerdo —respondió Liana. Al fin y al cabo, eso también formaba parte de su trabajo.
Ese ginseng era extremadamente valioso, y aun así Xavier estaba dispuesto a regalarlo.
La persona a la que iba a visitar debía de ser muy importante.
Liana no preguntó nada. Tenía la cabeza ocupada con otro asunto: su carta de renuncia.
Hacía ya una semana que la había enviado.
Pero del lado de Xavier no había habido ninguna reacción.
No sabía si no la había visto o si había otra razón.
Por eso pensaba preguntarle, y de paso tantear su actitud para decidir qué hacer después.
Justo cuando iba a abr