El domingo llegó de manera inexorablemente tumultuosa...
¡Mierda! parece que estuviera relatando una escena de una novela de terror, pero así es como me siento esta mañana.
A duras penas terminé, la noche anterior, el bendito cuadernillo que nos había entregado Alma es que ¿A quién se le ocurre preguntar tanta estupidez? Sí, ya sé la respuesta es a los gringos descerebrados como mi futuro marido.
Futuro marido...
Futuro marido...
Futuro marido...
Se me repite una y otra vez en la cabeza, me va a explotar de tanto darle vueltas a todo. Todavía no me cabía en mi hermosa y rubia cabeza que tendría que casarme con ese...
-Argh- bufo molesta y me levanto de la cama, tratando de no despertar a mi niña que duerme abrazada al maldito dinosaurio morado que le regaló Tommy.
Me meto a la ducha y siento como el agua fría me despierta, empiezo a jabonar mi cuerpo y luego aplicar un litro de shampoo en mi pelo que está asqueroso, llevaba tres días sin lavarlo ¿Por qué? Porque no tenía la puta