Alex ingresó a la habitación de Lolita con las bolsas de comida, en especial la lasaña que se le había antojado a su mujer.
María Dolores abrió sus ojos y sonrió.
—¿Cómo están las niñas? —indagó con preocupación.
Alejandro se aproximó a ella, y le acarició la mejilla.
—Están bien —expuso—, después de que te alimentes hablaremos con ellas, las podrás ver.
Lolita sintió tranquilidad, entonces observó a Alex a los ojos.
—¿Me besas? —solicitó.
Alejandro carcajeó y de inmediato se aproximó a ella, y unió sus labios a los de su mujer, ambos percibían su corazón bramar, pues en aquel beso demostraban lo mucho que se amaban y la alegría de estar con vida y juntos.
—¿Podemos pasar? —preguntó Alba abriendo la puerta, interrumpiendo la escena.
—Por supuesto —respondió Lolita.
Alex tomó una silla y se la colocó a un lado de la cama para que su madre tomara asiento.
—¿Cómo te sientes? —indagó.
—Mucho mejor —respondió Lolita—, ya quiero ir a casa, no me agradan los hospitales —confesó.