María Dolores sacudió su cabeza, y se llevó las manos al rostro.
—¡Ay Dios! —exclamó sintiendo hormigueo en su cuerpo debido al nerviosismo que le generaba ver a los padres de Alejandro, de inmediato se puso de pie y entró a la ducha, luego de bañarse buscó el mejor atuendo para recibir a sus suegros; sin embargo, se quedó pensativa, no iba a disfrazarse para aparentar, así que ahora que había adelgazado, se colocó unos pantalones de mezclilla azules, se calzó unas botas largas negras, y un blusón que se ceñía a su cintura y caía en forma de campana sobre sus caderas.
Ella misma se sorprendió al ver lo bien que le quedaba aquel atuendo, además tomó un secador de cabello, y cepilló sus hebras, luego se maquilló lo más natural que pudo, enseguida arregló la habitación, bajó a la cocina a preparar el desayuno y se sorprendió de ver en casa a la señora que les ayudaba con la limpieza.
—Buenos días, señora Lolita —saludó la chica con una sonrisa—, el joven Alex me llamó hoy, me dijo que