Ignacio llegó al hospital, entró a la habitación y dejó sobre la mesa auxiliar las cosas que había comprado para Evana y sus hijos. Adrián dormía, George jugaba en una Tablet y Evana leía.
Evana levantó la vista de la pantalla, lo observó en silencio debatiéndose en si resoplaba o rodaba los ojos, porque ese hombre no se rendía, ya no sabía en qué idioma hablarle para que entendiera que su presencia solo le traería problemas a ella y a sus niños.
Le surgió una idea que pondría en práctica apenas quedara a solas con sus pequeños.
–¿Por qué te empeñas en regresar?
–Porque quiero estar con ustedes, necesito cerciorarme de que Adrián está evolucionando bien, deseo conectarme con mis hijos y si no estoy cerca no voy a lograrlo nunca. No te preocupes que nadie va a venir a importunarte, ya me aseguré de eso.
Ignacio no aclaró qué había hecho y Evana prefirió morderse la lengua para no preguntar la razón de su afirmación. Volvió la vista a la pantalla y decidió ignora