El trayecto al club fue todo un desfile de ostentación, algo que a Tiberius le disgustó, él vestía trajes a la medida confeccionados exclusivamente para su uso; sus zapatos italianos eran también de diseño único; su lujoso auto ejecutivo era manejado por un chofer uniformado; obviamente tenía mucho poder económico y lo disfrutaba, sin embargo…, ¿un auto de oro? Le pareció demasiado.
La llegada al club fue apoteósica, la gente detuvo sus actividades solo para observar a la comitiva que acompañaba al gran Tiberius Wellington, él saludaba discretamente a todos, apurando el paso para ocupar rápidamente la mesa que había solicitado para él y sus invitados.
Al tomar asiento, el árabe identificado como Rachid, le dijo:
–Este lugar es muy agradable, lamento mucho que la señorita Novelli no haya podido venir.
–Como le dije, ella es un elemento muy valioso en la empresa, así que tenía muchas cosas pendientes por resolver aún.
–Pero esta noche sí estará con no