Todos guardaron silencio sobresaltados y curiosos por ver de quién se trataba y hacia dónde se dirigía.
–Ignacio, cariño, aquí estoy –Ignacio la miró con una gran expresión de sorpresa en su rostro que rápidamente se convirtió en molestia, entrecerró los ojos y caminó apresuradamente al encuentro de su esposa, separándose del grupo que rodeaba al médico que había intervenido a su hijo.
–¡Alya! ¿Qué haces aquí? ¿Cómo me encontraste?
–Eso no importa, vine a rescatarte, no puedes dejarte convencer por esa mujer, sé muy bien que la rechazabas y nunca la tocaste, así que es imposible que tengas hijos con ella.
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