Golpeando el volante como manifestación de la frustración que sentía, buscaba en su mente alguna idea que le permitiera detener a su hija, así que de pronto encendió el automóvil y partió excediendo la velocidad hacia su base, pediría refuerzos, él era un comandante del ejército de los Estados Unidos, ese aprendiz de empresario no iba a intimidarlo y mucho menos a dejarlo en ridículo delante de su familia.
–Buenos días comandante –lo saludaban a su paso y solo recibían gruñidos.
–Necesito una intervención oficial –pidió cuando estuvo frente a su asistente.
–Señor, el comandante en jefe pidió verlo en cuanto llegara aquí.
–Ahora mismo no puedo atenderlo –señaló dejando de lado la estricta obediencia oficial–, tengo un asunto urgente por resolver.
–Señor, lo siento, pero pidió que le informara de su llegada y ya lo hice, debe presentarse en su oficina de inmediato.
Emilio Perkins observó a su asistente con ojos asesinos, resopl