Tiberius se calmó y continuó desayunando luego de invitar a Sergio a acompañarlo, pero en su mente repetía lo dicho por su amigo, “si fueras un poquito menos testarudo”, el punto es que no lo era, la noche anterior había estado intentando comunicarse con Raffaella para decirle que debían hablar.
Sentía la imperiosa necesidad de verla y hablarle, aunque no tuviera muy claro lo que realmente quería decirle. Lo primero que le venía a la mente era rogarle que no se casara; segundo, pedirle que volviera a Nueva York y tercero, besarla.
Esta vez sin arrebato, sin hacerle daño, esta vez con todo lo que sentía por ella y…, allí se perdía, ¿qué seguiría después de besarla con todo lo que tenía en el pecho? No tenía la respuesta, sin embargo, acababa de tomar una decisión, miró a Sergio y le dijo:
–¿Vas a verte con Anastasia hoy?
–Sí, ¿por qué?
–Dile que invite a Raffaella, por favor.
–Lo hago si ahora vas a comportarte como debe ser.