—¿Qué dices, Fiona? ¿Cómo pudiste hacerme esto? —gritó su padre, con el rostro rojo de furia, la voz desgarrando el aire como un trueno.
Fiona temblaba.
Las lágrimas corrían por sus mejillas, y su voz apenas podía salir entre sollozos.
—Papá… yo lo amo. Aaron y yo… vamos a casarnos.
El silencio duró apenas un segundo antes de que Martín explotara.
Dio un paso al frente y, sin contenerse, tomó al joven por el cuello de la camisa, empujándolo con violencia contra la pared.
—¡¿Tú?! ¡¿Tú te atreves a tocar a mi hija?! ¡Eres un miserable sin futuro!
Aaron forcejeó, pero no se defendió. Su mirada permaneció fija en Fiona, que lloraba desesperada.
—¡Suéltalo, papá! —gritó, corriendo hacia ellos.
—¡Cállate! —rugió Martín, fuera de sí—. ¡Me has avergonzado frente a todos!
La gente comenzó a salir de la recepción al escuchar los gritos.
Los murmullos crecían, las cámaras de los teléfonos se levantaban discretamente. El escándalo ya era público.
Fue entonces cuando Fiona sintió un punzazo agudo