Mayte le pidió a Manuel que llevara a su hijo a visitar a la abuela.
La mirada de él se tornó seria, llena de preocupación.
—Mayte, ¿a dónde vas? —preguntó, su voz temblando ligeramente.
—Créeme, tengo algo muy importante que hacer —respondió ella, tratando de sonar convincente, aunque en su interior la ansiedad la consumía.
Manuel asintió lentamente, su mente llena de dudas.
—No te angusties, cuidaré de Herny —le prometió, aunque la preocupación en su rostro no se desvanecía.
—Confío en ti —dijo ella, y esas palabras tocaron algo profundo en Manuel, aunque no pudo evitar sentir un nudo en el estómago.
No se confiaba del todo. Temía que algo malo pudiera sucederle a Mayte, así que, en un arrebato de protección, pidió a su guardia que averiguara a dónde iba.
“No desconfío de ella”, pensó, “pero podría ponerse en peligro”.
***
Mayte llegó a la mansión Linares, un lugar que una vez había sido símbolo de grandeza, pero que ahora se encontraba en decadencia.
La opulencia que había disfrutad