Mayte y Manuel se encontraban en la habitación, ajustando los últimos detalles de lo que sería un viaje de fin de semana muy esperado.
Su pequeño, lleno de ilusión, corría de un lado a otro, emocionado ante la idea de dormir bajo carpas y respirar el aire puro del bosque de los girasoles.
Todo estaba pensado: la comida, la ropa, los juegos, cada detalle para que la familia pudiera disfrutar de un momento de felicidad, sin interrupciones, sin preocupaciones.
Querían dejar atrás las tensiones del día a día, alejarse del mundo que siempre parecía buscar cómo complicarles la vida, y simplemente ser ellos, juntos, en paz.
Pero cuando recibieron la noticia de que toda la familia debía cenar en la casa esa misma noche, el ambiente cambió de inmediato.
Mayte sintió un escalofrío recorrer su espalda y miró a Manuel con ojos llenos de preocupación.
—¿Ahora qué pasará? —susurró, la voz cargada de temor—. ¿Y si es otra trampa?
Manuel frunció el ceño, la rabia apoderándose de él. Su corazón latía c