Mundo ficciónIniciar sesión—Oh, Dios… lo siento, lo siento —se disculpó Cristina apresuradamente.
—Deberías tener más cuidado, solo eso —respondió Salvador con un tono sereno, aunque sus dedos nerviosos rozaron el borde del escritorio. No quería que se notara su incomodidad.Cristina lo observó unos segundos. Había algo distinto en él: no era el hombre altivo y distante de siempre. Por un instante, vio en su mirada azul una calma extraña, una humanidad que nunca dejaba asomar.Salvador carraspeó, se rascó la nariz y desvió la vista hacia los documentos.—Bueno, ya que terminamos de hablar… —dijo con su habitual tono firme—, hablaré con mi abogado para que nos ayude con esos papeles.Cristina sonrió levemente, incapaz de ocultar su sorpresa. Verlo actuar así, mostrando interés por un asunto que no fuera su empresa, le resultaba casi irreconocible. Siempre tan ajeno a los demás, tan encerrado en su propio mundo… no podía evitar preguntarse qué lo había hecho cambiar






