Mundo ficciónIniciar sesión—Te lo dije, hombre —dijo Sebastián levantándose de su asiento—, tuve razón cuando te advertí que Cristina no era de esa clase de mujer.
—De acuerdo, está bien, puede que me haya equivocado —respondió Salvador, exhalando con resignación—. Pero dime, ¿qué otra cosa querías que hiciera cuando me encontré con esas fotos en la publicación?—Pues preguntar —replicó Sebastián, arqueando una ceja—. Tenías dudas, pudiste haberlas resuelto hablando, pero no, en lugar de eso mandaste a todos tus hombres a que la encontraran y la trajeran contra su voluntad. —Se llevó una mano a la sien y negó con la cabeza—. La verdad es que compadezco a Cristina; no sé cómo soporta tus reacciones explosivas. Yo, que soy tu amigo, a veces veo tu cara y me dan ganas de soltarte un puñetazo.Salvador lo miró en silencio, con expresión seria.—Sin embargo —añadió Sebastián con media sonrisa—, me sé controlar.—Bueno, no he venido a que me regañes —repuso Salvador con






