Mundo ficciónIniciar sesión—Oh, mi pequeña… mi pequeña valiente —susurró Cristina, cubriendo de besos el rostro de Valentina.
Con solo verla, el pecho se le colmó de calidez. Aquella niña tenía el don de borrar cualquier sombra de tristeza, como si cada sonrisa suya fuera una luz capaz de sanar el alma.—Después de que te fuiste, fui detrás de ti —añadió Daniel, con una sonrisa serena—, pero en el camino la hermana me llamó. Me dijo que Valentina no quería que te fueras sin despedirte.Cristina bajó la mirada hacia la pequeña, que la observaba con esos ojos grandes, dulces, demasiado sabios para su corta edad.—¿De verdad sucedió eso, cariño? —preguntó con ternura.Valentina asintió, aferrándose con fuerza al cuello de Cristina.—Las hermanas me dijeron que no puedes venir todos los días porque tienes que trabajar. Entonces les pedí que me trajeran contigo —murmuró. Su vocecita tembló, y al hacerlo se abrazó más fuerte, como si temiera que al soltarla desapareciera.






