CAPÍTULO — La Sangre que Despierta
La plaza estaba abarrotada de gente de todas las edades. Pero el silencio tenía un filo que cortaba el aire.
El Alfa Gael permanecía de pie, en el centro del círculo de piedra donde se hacían los juicios y se dictaban sentencias, estaba con la espalda recta y los ojos encendidos. El sol bajaba detrás de las montañas, tiñendo el cielo de un ámbar espectral. Era como si incluso la luz supiera que algo estaba por quebrarse en la manada Fuego de Luna.
Y él, por primera vez, no iba a mirar hacia otro lado.
Lidia estaba encerrada en las mazmorras donde nadie podía hablarle ni siquiera mirarla.
Pero no estaba silenciada,ella tenía sus mañas.
Nayara lo supo de inmediato. Fue un escalofrío que le recorrió el cuerpo. Un roce sutil en la nuca. Una especie de sombra mental que se colaba por las grietas de los pensamientos más privados.Esa bruja todavía estaba entre ellos.
—Está escuchando —dijo ella en voz baja, acercándose a Khael.
Él frunció el ceño.
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