35. nuevo territorio
Me despierto envuelta en el olor a hombre, a sándalo y a Alex. Siento el peso de su brazo sobre mi cintura, fuerte y tranquilizador. Abro los ojos y la luz de la mañana entra suavemente por la ventana. Me giro con cuidado para no despertarlo. Está ahí, durmiendo pacíficamente, con el rostro relajado. Ayer me cuidó. Anoche me respetó. Y esa seguridad me ha inyectado una valentía nueva.
Muevo mi cadera, rozando su entrepierna. Él se tensa de inmediato. Sus ojos azules se abren, no con confusión, sino con una alerta rápida y profunda.
—Buenos días, dormilona —su voz es ronca y baja.
—Buenos días, Superman —le susurro, besando su hombro.
—¿Despertaste con ganas de complicarme la vida? —me pregunta, su sonrisa es juguetona, pero sé que habla en serio. Su mano se mueve a mi cintura, atrayéndome más cerca.
—. Hoy nos mudamos, ¿recuerdas?
Me giro y lo beso, largo y dulce, saboreando, y sé que Alex, el estratega, ya está pensando en el día.
—¿Cómo te sientes? ¿Alguna secuela de anoche?