—Ni de broma me voy a subir a esa cosa —me dijo, negando con la cabeza.
Levanté las cejas hacia él y me volteé a mirarlo.
—¿El gran y malo licántropo le tiene miedo a las montañas rusas? —pregunté.
Apretó los labios en una línea delgada y me fulminó con la mirada.
—No le tengo miedo a nada... pero no me voy a subir a esa trampa mortal.
Sonreí burlonamente y crucé los brazos sobre mi pecho.
—Como que suena a que tienes miedo —lo moleste, arqueando las cejas hacia él.
—No tengo miedo —dijo de nuevo, firmemente—. Solo he tenido una mala experiencia en una montaña rusa cuando era niño y nunca me volví a subir a una.
Hubo un destello de vulnerabilidad en sus ojos, y me sorprendió. Puse mi mano en su brazo, mostrándole apoyo y consuelo.
—¿Quieres hablar de eso? —le pregunté.
Suspiró y caminó hacia una banca, sentándose. Me senté a su lado, esperando a que comenzara a hablar.
—Me subí a una montaña rusa cuando era niño, fue mi primera y única vez en un parque de diversiones. No me di cuenta d