Sus labios abultados, su sonrisa cándida opacando al resto del mundo y las lágrimas agolpándose en sus ojos y deslizándose por sus sonrosadas mejillas.
—¿Por qué lloras?, ¿qué pasa?
—Solo... es que estoy muy feliz, Danny, demasiado feliz — la vio inhalar con dificultad y le devolvió el abrazo, presionándola contra su pecho.
—Entonces, mejor ríete. No tienes idea de lo hermosa que te ves con una de esas sonrisotas en tu boca y lo mucho que a tu cachorro le gusta.
Acercó su boca a la suya y sus miradas sonrientes se encontraron por algunos segundos antes que Serena suspirara y se abrazara más a su brazo como si se tratase de una almohada, sonriendo radiantemente riendo un poco y cerrando los ojos con tranquilidad. Daniel se quedó mirándola y exhaló con lentitud.
Parecía un ángel durmiendo en una nube.
Sus ojos volvieron al techo y un sentimiento de liberación emanó de todos sus poros, mientras enfrentaba todas las preguntas que le habían venido irritando durante todo este tiempo; las en