5

Al fin y al cabo, la criada era eso, ¡una chica! ¿Por qué tendría que comportarse de otra forma?

Lanzó el libro hacia el sofá, manteniendo sus ojos en el rostro de Serena, notando cómo seguía temblando, su cuerpo parecía hecho de gelatina.

Una gelatina con olor a manzana y limón, que estaba a punto de deshacerse.

—Escucha bien lo que diré, ¿entiendes? Quiero hablar sobre lo que ocurrió ayer.

—Yo... lo per-perdono, la broma... lo perdono...de to-todo corazón, joven... Reed.

La temblorosa voz de Serena pareció arremeter contra él repentinamente. Sus ojos se habían humedecido y las lágrimas parecían estar al borde de salir. Había juntado sus propias manos e inclinaba la cabeza mucho más, incluso cuando Daniel pensó que aquello era imposible.

El playboy heredero soltó una carcajada de desconcierto, antes de fruncir el ceño.

—¿Qué carajos? ¿De qué broma hablas y de qué me perdonas? No te he hecho nada como para necesitar tu perdón, nena.

La observó elevar un tanto la cabeza, mientras apretaba más la mandíbula y sus ojos se elevaban, inundados de lágrimas, incapaz de pronunciar una palabra o hacer algo.

Parecía no entender o digerir la respuesta de Daniel y solo se limitaba a juntar las manos mucho más, con los nervios dominando cada parte de su cuerpo y su mente.

—Me pones, nena, así que no te hagas la difícil conmigo, porque no te la creo.

Daniel soltó las palabras como si solo hubiese dicho la hora, pero no obtuvo respuesta de su parte, sino solo el mismo rostro humedecido, solo que ahora mucho más contraído.

—¿No lo captas? —elevó la voz, algo cabreado—. ¡Que me gustas, carajo!

La respiración pareció desaparecer del cuerpo de Serena, quien tembló con mucha más fuerza, oprimiéndose las manos y ahora los ojos; su cabello cayéndole sobre su enrojecido rostro.

El tono carmesí bañaba todo su rostro, su cuello y hasta sus brazos parecía también haberse coloreado. A Daniel eso le resultó sumamente extraño, ¿por qué m****a se había puesto tan roja?

¿Estaba enferma o con algo parecido? Un par de lágrimas cayeron de sus pestañas hacia sus mejillas y cuando Daniel dio el mínimo movimiento y abrió los labios, Serena retembló mientras intentaba salir corriendo, con las piernas deshaciéndosele y el miedo y la incomprensión salpicándole por el cuerpo, no podía creer lo que le estaba diciendo, compartían sangre aunque no la trataran como tal. Quería escapar, pero fue retenida por el grito de Daniel que ahora había reemplazado su enojada voz por una completamente calmada y desinteresada.

—Ni te atrevas a huir. No me gusta que desobedezcan mis órdenes.

Observó cómo sus rodillas trepidaban y su cuerpo, todo, derrochaba desesperación. Daniel se mordió nuevamente el pulgar; sus ojos recorriendo el menudo cuerpo.

—Yo... no puedo, usted es mi primo... y mi patrón joven Reed... —susurró Serena con un hilo de voz, cubriéndose el enrojecido rostro con sus manos temblorosas—. Yo no entiendo…

—¿Y? Ya sé que soy somos primos, no soy tonto. ¿Y que? Incluso se escucha más divertido. Nena, solo busco jugar un buen rato. Para mí eres una hermosa chica, así que hagamos de tu estadía aquí algo divertido. Y no te hagas de rogar, porque apuesto que ya muchos te habrá…

—No, de eso… nadie. —Serena respondió rápidamente.

El rostro de Daniel cambió a uno sorprendido, y una sonrisa juguetona se escapó de sus labios. Era la primera vez que se encontraba con una virgen. Sabía que esto iba a hacer más divertido de lo que creía.

Daniel iba a dar un paso más cuando su celular comenzó a sonar. Él maldijo en su mente, observó a Serena, quien seguía con los ojos cerrados y parecía un pobre animal asustado y luego respondió la llamada, soltando elocuentes carcajadas, e insultos. Salió el salón con pasos rápidos, subiendo las escaleras.

Era su mejor amigo, Rick, pero para Daniel no había sido peor momento en el que pudo llamarle. Entró a su habitación dedicándose a responder más llamadas mientras se recostaba en la cama. Todo estaba listo para lo que se avecinaba.

El tiempo se pasó volando y Daniel solo esperaba a que todos sus demás amigos llegaran para empezar la fiesta, y así fue, en menos de lo que creyó, la casa de sus padres ya estaba llena de personas que bailaban, bebían y se divertían con locura. Las mujeres tomaban un papel de esta noche ya que su objetivo era acostarse con tantas como pudiera.

―Si te digo que solo quiero un rollo de una noche, es porque así es. No quiero jugar a la niña inocente y fingir que no se como eres en verdad, no me queda el papel y no pienso jugarlo.

La ronca voz de Fany resonó sobre los oídos de Daniel, quien ya tenia unas copas de más, ocho latas de cerveza para ser exactos. Y estaba planeando beber mucho más que eso.

Daniel miró atentamente a Fany, mientras el agua los cubría hasta la cintura y los gritos y voces de los demás presentes se mezclaba con la música electrónica. Sintió como la mano de la rubia se implantó en su abdomen marcado haciéndole sentir deseo y él simplemente se mordió el labio inferior.

―Prefieres tener el papel de zorra, preciosa ―masculló con voz grave, al tiempo

que la tomaba bruscamente del cuello, acercándose a sus labios rojos con la intención de devorarlos lo más rápido posible.

Sus lenguas empezaron una guerra desgarradora de encuentros y roces húmedos y violentos de una duración de tres fogosos minutos, que concluyeron con Fany separándose cuando Daniel estrujó sus nalgas, buscando un poco de aire.

―Oh, joder. ¡No puedes soportar más, tan débil eres? Te creía más valiente, zorrita.

La rubia intentó tomar una bocanada de aire, mientras sentía cómo el calor punzaba en su cuerpo, en las zonas más secretas.

La escena ardiente entre Daniel y Fany continuaba en medio de la fiesta descontrolada. La música pulsaba en el ambiente, y el agua que los rodeaba añadía un toque sensual a la atmósfera. Daniel, con su actitud desenfrenada y provocadora, mantenía a Fany cautiva en sus brazos.

―Débil no, precioso. Solo estaba disfrutando del espectáculo. ―Fany le guiñó un ojo mientras sonreía juguetonamente. Se separaron por un instante, dejando que el agua gotease por sus cuerpos mientras se miraban con una mezcla de deseo y desafío.

Fany, sin inmutarse, le devolvió una mirada desafiante. Había algo en ella que no dejaba ser dominada fácilmente, a pesar de la intensidad del momento.

La noche prometía ser salvaje, y Daniel estaba dispuesto a aprovechar cada momento, pero no le apetecía hacerlo con ella.

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