Subió al autobús, se sentó en uno de los primeros puestos y se dedicó a mirar por la ventana
en busca de sosiego, sin encontrarlo. Minutos después, llegó a la parada, que se encontraba frente a una universidad cercana a la tienda. En vez de dirigirse a casa, optó por encaminarse a ver a Santiago. Se sentía tristísima, ya no le apetecía arreglarse para ir a comer afuera y prefería comunicárselo en persona. Al entrar al local, le preguntó a la Encargada, la encargada, por el paradero de su jefe. Christina siguió las indicaciones, por lo que subió al segundo piso donde lo encontró haciendo inventario en el depósito.
-¡Qué haces aquí, amor? -dijo saludándola con un beso corto, estaba al pendiente de lo que le diría un empleado que revisaba la cantidad de frascos de aceitunas negras -Pensé que nos veríamos en una hora para ir a cenar.
-Sí de eso venía a hablarte, ¿te importa si lo dejamos para otra ocasión?
-¿Qué te pasa? -preguntó preocupado al notarla contrita.
-Solo quedan cuarenta y tr