De pronto sintió palpitaciones, y empezó a sentirse algo nervioso, retomó su actividad que estaba a unos minutos de culminar. Tras comprobar de nuevo que todo estuviese en orden, recogió el efectivo de la caja. Solo le quedaba cerrar la caja y atender a la ultima cliente para dar por terminado la jornada laboral del día. La observo apresurada en su compra, al parecer, no se había percatado de que él estaba muy cerca. Le llamó mucho la atención de que hubiese tomado un carrito ―algo que ella no hacía con frecuencia ―y que, además insertara en el carrito una variedad de productos ―algo que era inusual. Christina Tomó pollo, carne, vegetales, condimentos, queso, entre otros víveres. Santiago se apresuró a llevar el efectivo a la caja fuerte de la oficina, pasando junto a ella, pretendiendo que no la había visto. Minutos después, los empleados comenzaron a salir y el chico de seguridad cerró la puerta con llave tras la salida de los empleados, cuando el último cliente abandonó la tienda
Santiago movió la cabeza torciendo los labios en una sonrisita de medio lado, dándole a entender que se había percatado de la manera en que lo observaba y ella miró el suelo avergonzada y sonrojada. ―Veo que te han gustado las iniciales ―dijo pasando por el lector la cajita, para después acomodarla en la bolsa, en un nuevo intento de conversación. ―Sí ―contestó con dulzura. Un segundo después, se reprendió al percatarse de lo que había respondido y de que le estaba sonriendo como una tonta. Aquella sonrisa espontanea, le encantó a Santiago. ―Un placer, cuando tu quieras, podría enseñarte otras cosas. Christina lo miró enmudecida. ―Me acaban de llegar unos bolicrun rellenas de chocolate y fresas que están para chuparse los dedos ―agregó con rapidez, solo para disimular un poco el comentario anterior. ―Tal vez en otra ocasión los pruebe santiago. Giró el cuello y leyó la pantalla de la caja dictándole el total de la compra. Ella le entregó la tarjeta de debito para que se cobrase
Santiago tomó las bolsas y llegó justo a tiempo para ayudarla a bajar de la camioneta que era un poco alta. Ella le agradeció, cambiando de mano los paquetes que sostenía para recibir la que él le ofrecía. Tomó una gran bocanada de aire y caminó hasta el porche de la casa. Abrió la puerta de entrada y lo hizo pasar. Santiago observó con atención el espacio que se vislumbraba. Todo parecía colocado en su exacto lugar, muy bonito. ―¿Te estás mudando? ―dijo curioso, al ver una buena cantidad de cajas en la entrada. ―No, son solo cosas que se van de aquí. Christina lo hizo pasar hacia la sala donde estaba la mesa de comedor, así como varios libreros, los cuales estaban atestados de libros. ―Ven te ayudo —dijo Christina intentando quitarle las bolsas, él no se lo permitió colocándolas en la mesa de la cocina. ―De verdad muchas gracias, en serio no tenías por que molestarte. ―No tenía, pero quise hacerlo ―dijo interrumpiéndola, mirándola de una forma, que la pobre no tuvo más remedio
Sudaba mientras se movía de un lado a otro en la cama, no estaba teniendo una pesadilla, Christina estaba soñando con su exnovio. Cuando abrió los ojos y abandonó esa nube de pensamientos que la hacían moverse de un lado a otro, observo a Frank, durmiendo muy tranquilo a su lado. Minutos después sonó el despertador eran las 6:15 de la mañana. Ella siempre esperaba a que su novio se alistara y se fuera al trabajo para comenzar la mañana.Se levanto de la cama y recorrió el suelo en busca de las sandalias, corrió la cortina y miró la calle despertar. Se dio cuenta que el día seria relajado para ella. Se cepilló los dientes y se dirigió al pasillo, bajó las escaleras hasta la cocina.Se sentó en el sofá de la sala, miró el tiempo pasar, recordando el sueño que había tenido. A ella siempre le había gustado tener sueños muy vividos. Pero el sueño de esa mañana, le hizo recordar situaciones para nada agradables. —No sé porque sueño con el pasado —Pensó ellaChristina se miraba en un espejo
Él tenía todo el porte de hombre serio. Le pareció que un gesto tan dulce que le hizo el no le encajaba. Le había dado una Pera.—Tal vez la próxima vez que venga —dijo entregando la fruta al hombre.—No, acéptemelo es un obsequio.—Disculpe usted por traer comida de casa, gracias por la pera.Christina le sonrió de regreso a aquel hombre que le resulto muy atractivo e intimidante, aunque no de manera negativa. Al darse cuenta de que el tenía intenciones de seguir conversando, Christina se despidió con un movimiento de mano y se dio media vuelta para salir del establecimiento. Caminó hasta casa, con un ritmo cardiaco acelerado de lo normal, mientras pensaba en ese hombre tan lindo.Él parecía haberse estudiado todos los movimientos que ella hacía, mientras que Christina nunca lo había visto. No vestía como el resto de los empleados. Encontró bastante lindo la camisa azul marino, con las mangas dobladas hasta los codos, que llevaba, así como los jeans desgastados y su lindo perfil. Le
Observó al chico lindo llevarse otro a la boca entero y masticar, por lo que ella imitó el gesto. Quedó fascinada con el aroma y el delicioso sabor.Él la observó, esperando su reacción. Ella abrió los parpados de par en par, exponiendo unos magníficos ojos verdes muy expresivos y con rapidez, se llevó los dedos a los labios para evitar emitir sonido. A Santiago, Christina le resultó demasiado contenida y eso en el fondo le gustó.—Mmm. —El sonido escapó de los labios femeninos. — Es delicioso.Nunca había probado una fruta así, gracias. Le encantó la forma en que los labios de Christina se curvaron hacia arriba, regalándole una corta sonrisa.—Quiero pedirle disculpas en nombre de mi empleada. Está cubriendo a un compañero en el turno de la tarde, supongo que está cansada y no supo explicarse. —Christina tomó la factura de caja para leer los artículos facturados y había pagado por un Jugo y unas galletas.—Lo siento mucho, puedo devolverla.—No se disculpe, no es su culpa, solo que
Christina caminó hasta la entrada del restaurante plantándole cara. Frank se quedó sorprendido al verla y se preguntó qué hacía ahí. La miró desconcertado al notarla afligida, no era consciente de que ella había sido testigo del gesto de hastió e indiferencia que solía hacer de un tiempo para acá, cuando lo llamaba.—Cariño, ¿qué sucede?—Te vi, eso pasa y sabes qué, no te preocupes, no te llamo más.Christina comenzó a caminar en dirección contraria, sin llegar demasiado lejos antes de que él la detuviese, exigiendo una explicación.—¿De qué hablas?Lo que ella no sabía, era que aquella pregunta era honesta. El gesto que había hecho Frank fue una reacción tan natural, que ni siquiera se percató de que lo había hecho. Christina lo miró indignada, pensando que intentaba zafarse de la situación haciéndose el desentendido.—Te vi, te llamé y te vi la cara de obstinación que pusiste al ver mi nombre en la pantalla, ¿por qué?—No sé de qué estás hablando. Hablemos en otra parte, todos nos
—No, no te perdono y no te llamó más —dijo cruzándose de brazos.Frank maldijo entre dientes, algo que Christina odió, solo le exacerbó ese sentimiento de que él estaba cansado de ella. Le envió un mensaje a un compañero avisándole que no volvería a la mesa. Luego encendió el auto, moduló el volumen de la radio y comenzó a conducir. —Para el auto —dijo Christina.—No cariño, por favor, no hagamos de esto una pelea.—Detén el maldito auto.Frank terminó aparcando frente a la plaza, bajo la oscuridad que proveía uno de los árboles que se erguía imponente, cubriendo con sus frondosas ramas la poca iluminación proveniente del centro del lugar.—¿Se puede saber qué pasa ahora Christina? —cuestionó molesto.—Ni siquiera me has preguntado por qué razón te vine a buscar…Christina se llevó la mano derecha a la frente, haciendo un gesto de obstinación.—Tienes razón, lo siento mi reina, ¿para qué me viniste a buscar?Christina, se levantó del asiento y se sentó sobre el regazo de Frank, to