Cuando Samantha estaba llegando a su oficina, escuchó unos pasos acelerados acercarse por el pasillo. Se detuvo en la puerta y se dio la vuelta para averiguar de quien se trataba.
Ruggiero los alcanzó y miró a Renaldo.
—Los hombres de Tolentino están aquí.
Samantha sintió que su cuerpo se helaba al escuchar aquello.
Renaldo la tomó de la muñeca y la llevó al interior de la oficina con Ruggiero siguiéndole los pasos.
—¿Leticia y Anabel? —preguntó, reocupada por sus trabajadoras.
—Ocultas en el cambiador. —Ruggiero miró a Renaldo—. Debemos sacarla de aquí.
—Eso es arriesgado. ¿Contactaste a Cristiano?
—Así es. Deben estar de camino hacia aquí en este momento, así como el equipo de refuerzo.
—La mantendremos segura hasta entonces. Permanezca siempre detrás de nosotros y no haga nada que pueda ponerla en peligro —ordenó Renaldo.
Asintió con el corazón bombeándole demasiado rápido. Se ubicó detrás de su escritorio y se sentó.
Unos segundos después alguien llamó a la puerta como si se tra