108. Hora de reinar
Acababa de soltar la mano de Nathan cuando Isabella notó de inmediato la preocupación en los ojos de Rita. La criada avanzaba con pasos rápidos pero discretos, arrugando el dobladillo de su delantal, un gesto que rara vez mostraba. Algo iba mal.
—Señorita… —susurró Rita, lanzando una mirada furtiva hacia la puerta por donde acababa de salir el General Reed—. Hay algo que debe saber sobre la chica que trajo Walter... La encontré... mal, pero ahora el bebé no está.
Isabella sintió un vacío en el estómago. Su pulso se aceleró y giró hacia Nathan, que endureció la expresión.
—¿Cómo que no está? —su voz fue controlada, pero inquieta—. ¿Dónde la instalaron?
—En la habitación de invitados azul, señor. Revisé todo, y no hay rastro del pequeño. Ya le avisé a Jeremy, pero...
Sin esperar más, Isabella se dirigió a las escaleras, con un nudo en la garganta. Nathan aceleró el paso para alcanzarla mientras Rita los seguía.
—Jeremy dice que vio su auto salir. Pero discutió con la señorita antes. Los