107. Hermanos de sangre
Morrison tardó exactamente tres horas, no cinco, en cumplir su palabra. Nathan exhaló despacio al leer el mensaje, sintiendo el peso de la victoria en su pecho. Estaba hecho: inmunidad para su círculo cercano y una posibilidad real de recuperar a Emma para Isabella, pero el regusto amargo seguía ahí.
Guardó el teléfono en el bolsillo de su chaqueta. Para cualquiera, habría sido imposible, pero Morrison sabía reconocer una oportunidad de oro. Después de pasar por la oficina, decidió volver a la mansión y trabajar desde ahí, tras un fin de semana lleno de muerte.
Al estacionar en la entrada de la mansión, Nathan tomó su maletín con los documentos de la oficina y, tras dudar un segundo, extrajo una carpeta adicional del compartimento lateral.
Los papeles en su interior estaban desgastados por las veces que los había leído, cada línea confirmando lo que Walter había sufrido desde su nacimiento.
—¿Dónde está mi padre? —le preguntó a Jeremy mientras entregaba su abrigo.
—El señor Kingston