Alejandro era un anfitrión excepcional, con una increíble cultura y un encanto fascinante. Habló sobre arte, literatura y sus viajes alrededor del mundo.
Trina se sintió completamente cautivada por su intelecto, cómo sus palabras se entrelazaban con una aguda inteligencia.
Pero, debajo de esa conversación, había un subtexto que siempre estaba presente. Sus ojos la buscaban, sus comentarios parecían tener un doble sentido, y cada vez que sus manos se acercaban para tomar el pan o el vino, el aire se llenaba de una especie de electricidad.
—Estoy interesado en su perspectiva sobre la luz y la sombra en el paisajismo —dijo Alejandro, apoyándose en la mesa con los codos, sin apartar la mirada de ella. —La forma en que pueden crear misterio. O revelar... lo que está oculto.
Trina sintió que se le subía el color a las mejillas. —La luz puede dirigir la mirada, Alejandro. Y la sombra puede invitar a la imaginación. Es un equilibrio delicado.
—Y usted es toda una experta en eso, ¿no es cier