La preocupación de Trina se había intensificado hasta volverse una necesidad apremiante de revelar la verdad. Su relación con Alejandro se sentía como un alivio, casi una adicción que la llevaba a un arrebato incomparable, pero la sombra que envolvía a Alejandro, los secretos de su capital y su familia, la consumían por dentro. La llegada de Jhosua y la advertencia de Ivana habían fortalecido su resolución. Ya no podía seguir viviendo en la ignorancia, dejándose llevar por un hombre cuya vida era un complicado laberinto de misterios.
Ivana, con su perspicacia y sus contactos en el mundo legal, se había dedicado a examinar los documentos que Trina le había dado. Las llamadas entre ellas se hicieron más constantes, susurros llenos de información, encuentros cautelosos en cafés apartados de Madrid.
Una tarde, Ivana llamó a Trina con un tono que la alarmó. —Trina, necesito verte. Ahora mismo. He hallado algo.
Trina se ausentó de la finca, inventando una urgencia familiar. El viaje a Madri