Al llegar, la entrada estaba abarrotada de fotógrafos y periodistas. Trina respiró hondo y salió del coche. Alejandro la esperaba en la alfombra roja, impecablemente vestido con un esmoquin que acentuaba su figura imponente. Al verla, sus ojos se encendieron con un brillo de admiración que la hizo sentir especial.
Él se acercó a ella, su mano se posó suavemente en su espalda baja, un toque discreto pero posesivo que la hizo estremecer.
-Estás deslumbrante, Trina.
-Gracias. Usted también -respondió ella, sintiendo el calor de su mano a través de la tela del vestido.
Posaron para los fotógrafos, Alejandro con una sonrisa enigmática, Trina intentando mantener la compostura. Las preguntas de los periodistas eran sobre el proyecto de la finca, sobre su visión, sobre la magnitud de la inversión. Alejandro respondía con maestría, desviando cualquier pregunta personal con una habilidad asombrosa.
Al entrar en el salón principal, Trina se sintió abrumada por el lujo y el bullicio. Cientos de