La noche caía sobre la ciudad como un manto de terciopelo oscuro, y el cielo parecía susurrar secretos antiguos entre las nubes. La gala organizada por Pamela y Cristhian en beneficio de Étoile no solo era un evento benéfico, sino una declaración: a pesar de las amenazas, del pasado que aún los perseguía, seguían de pie, más fuertes, más unidos. Pero aquella noche no prometía paz. Se sentía como un vals entre sombras. Un baile del engaño.
Pamela bajó las escaleras del salón principal del hotel Imperial, ataviada en un vestido largo de satén negro con una abertura lateral que dejaba ver su pierna al andar. El escote en V, elegante y provocador, realzaba la sensualidad de su figura. Llevaba los labios pintados de un rojo profundo, y su cabello caía en ondas suaves. A su lado, Cristhian la esperaba con un esmoquin perfectamente entallado, su porte imponente y su mirada fija solo en ella.
—Luz —susurró él, tomándole la mano y besándola—. Si supieras lo que me provoca verte así…
—Este es u