Pamela escuchaba en silencio, envuelta en una manta y con una taza de café entre las manos. Las palabras de Cristhian fluían como un río contenido que por fin encontraba su cauce. Le habló de negocios turbios del pasado, de decisiones tomadas en momentos oscuros, de personas que había perdido por su ambición. Le habló también de Luciana, su ex prometida, de cómo sus caminos se separaron no por falta de amor, sino por un exceso de poder compartido, una relación construida sobre el control, la apariencia y la conveniencia.
—Luciana nunca fue fácil —dijo, mirando hacia la ventana empañada—. Siempre quiso más. Más de mí, más de la empresa, más de todo. Cuando decidí alejarme, no lo tomó como un cierre... sino como una deuda pendiente.
Pamela lo escuchaba, asimilando, procesando. En su interior, las dudas volaban como hojas al viento. Pero la calma en los ojos de Cristhian, la honestidad cruda de sus palabras, la manera en que sostenía su mirada sin esquivarla, le daban una certeza nueva.