Cada persona dentro de la instalación la veía de manera diferente, ya fuese con curiosidad, rabia o admiración. Nadie parecía inmune a su presencia.
Tania procuraba ignorarlos mientras intentaba continuar con sus rutinas, sin levantar sospechas. Había escondido los brebajes que sacó de la farmacia en su habitación, dispuesta a usarlo cuando fuesen necesario. Tenía que estar un paso por delante de sus enemigos, así no la vencerían.
No sabía qué había sucedido con su padre, qué pensaba de ella o de lo ocurrido, pero él ni se aparecía para lanzarle amenazas y advertencias, ni enviaba a sus hombres a tratarla con rudeza para que nunca olvidara quién tenía el control de la situación.
Su nulo actuar le parecía sospechoso.
Carlos continuaba rondándola, pero esta vez, se mantenía a una distancia prudencial. Ella sentía curiosidad por saber qué había sucedido cuando los descubrieron besándose, si le habían dado también a él un castigo o algún tipo de prohibición.
Odió que la única afectada por