Una injusticia fue concebida hace cientos de años en lo que ahora es la realeza del Reino Unido. Alguien usurpó el trono, asesinó al rey Pendragon y con él, toda esperanza para hombres y magos de coexistir. Ahora, en el año 2000, Inglaterra y todo Reino Unido, se ve sumido en los desastres naturales y fenómenos extraños, pues la tierra busca despertar para restaurar el balance; las criaturas míticas, las leyendas y la misma magia buscan resurgir, destruyendo todo a su paso. Mientras tanto, las protestas y revueltas avanzan en Londres, todos proclaman al Legitimo rey, por lo que Elina Swan, consejera e íntima amiga de La Reina Isabel II, quien esconde un extraño linaje, sale en busca del verdadero origen de las protestas, descubriendo la usurpación del trono, a La Resistencia quien originó todo el caos, y posiblemente, también halló al Linaje Perdido; Arturo. Arturo, un hombre que vive en uno de los barrios más pobres y conflictivos de Londres, es secuestrado por el gobierno para mantener el secreto enterrado, dejando ajena a La Reina. Elina termina siendo perseguida por continuar su búsqueda no obstante, al entender que el linaje real estaba en peligro, busca a La Resistencia y les dice que ha encontrado al heredero legitimo. Intentan rescatarlo, pero cuando el plan sale mal, Elina se ve obligada a exponerse, demostrando que es una maga. Ahora La Resistencia deberá ayudar a Arturo a descubrir quién es, tomar el trono y salvar a Reino Unido antes de que la naturaleza decida retomar el balance perdido. Tomarán caminos desconocidos, sufrirán y se sacrificaran. Logrará demostrar que él es el legitimo rey? Restaurará el equilibrio entre la naturaleza y el hombre o está los devorara primero?
Leer másAhí estaba otra vez, sentada en los finos sillones del salón de té de su antigua amiga, Isabel. Ella lucía ese gesto cansado que hacía juego con su rizado y canoso cabello. Siempre le había parecido que a pesar de su apariencia y su edad, poseía un poder para reinar que se entremezclaba con su serenidad.
—Y bien querida, ¿estás al tanto de los disturbios que se han generado en la ciudad? —preguntó Isabel mientras colocaba su taza de té en el regazo.
—Sí —respondió Elina, después de despertar de sus vagos pensamientos.
—¿Y bien? —continuó en espera de una respuesta más enriquecedora.
—Bueno, ningún periódico habla sobre quién lidera las protestas, ni una causa firme, creo que… deberíamos averiguar más.
—En ese caso, hazlo, no necesitamos sorpresas de ningún tipo ahora que el país entrará a un nuevo siglo.
—No creo que deba preocuparse Su Majestad —intervino Michael, secretario de Isabel, quien osaba entrar para dejar los diarios como era costumbre, después de la debida cortesía.
—¿Por qué no? —demandó La Soberana.
—Bueno, son solo un montón de… vándalos que no logran comprender el deber del gobierno ni de La Monarca.
—Pero ninguna protesta es poco fundamentada para quienes la proclaman. Ellos tienen motivos y saberlos podría ayudarnos a no cometer más errores que aviven el fuego que las motivó —concluyó Elina, con ímpetu.
—Te pareces tanto a tu madre —dijo Isabel entre suspiros que se traían viejos recuerdos. —Continúa Michael, por favor.
—No hay nada relevante Su Majestad, solo los sobrestimados escándalos, y meteorólogos dices que habrá vientos fuertes al igual que lluvias, se recomienda a todos que permanezcan en sus casas.
—Perfecto, muchas gracias.
Michael se retiró y dejó a las mujeres que cargaban con sus propios pensamientos en el nublado día.
Elina tomó uno de los periódicos y comenzó a leerlo.
—Santo Dios…
—¿Qué ocurre?
—Dicen que las cascadas de Cumbria al noreste del país empezaron a cambiar su color a rojo, además de aumentar la presión con que el agua cae.
—Y ¿de qué se trata, algún químico o mineral tal vez? —preguntó La Reina, mostrando la impasibilidad que siempre mostraba ante las desgracias y que siempre había mostrado, según la madre de Elina, su antigua consejera.
—Los científicos dicen que las primeras pruebas señalan que se trata de algo parecido a la sangre, pero que siguen haciendo pruebas.
—¿Te das cuenta de cuán absurdo suena eso?
—Supongo —contestó desconcertada.
—En ese caso, nos vemos mañana.
Elina caminaba como acostumbraba hacer, mirando al cielo, el viento enredándose entre los árboles, la lluvia cayendo sobre su piel. Veía como los demás caminaban y conducían apresurados a rumbos diferentes, luego se hizo la misma pregunta que se hacía a diario; ¿alguien habría observado que ella se detenía en medio de todo ese caos, a contemplarlo? Y siempre la misma respuesta, no, nadie la había visto, nadie aún conocía su secreto. Todo marchaba como siempre, pero en esta ocasión, se sentía algo diferente en el aire, una opresión en el pecho la asaltaba desde la lectura del periódico, desde que las protestas comenzaron; era como si conociera el rumbo de la historia en lo profundo de sí misma y no lograra descifrarlo.
—Bien, concéntrate, no te pierdas —se decía mientras retomaba su rumbo.
Fue a buscar a un viejo amigo que trabajaba para el canal de noticias, era reportero y creía que podía saber más sobre el origen de las protestas.
—Hola Elina —dijo mientras la saludaba con entusiasmo—, dime, ¿a qué se debe tu misteriosa llamada para vernos en este café tan elegante?
—Bueno, principalmente y siendo sincera, quería saber si tú tienes información sobre porqué se originaron las protestas, ya sabes —explicó con franqueza mientras observaba sus ojos color miel y su pelo alborotado.
—¿En serio?, debes querer mucho esa información para traerme a este lugar.
—Vamos Sam, esto no es gracioso —respondió evitando sonreír.
—Bien, de acuerdo, pero créeme, terminarás riéndote cuando te diga porqué se levantaron.
—Pues dime.
—Dicen que se trata de una antigua creencia sobre que La Reina no es la legítima heredera.
—¿Qué?, ¿dónde le ves lo gracioso a eso?
—Lo gracioso es que dicen que el legítimo heredero o heredera es un descendiente de las más antiguas y míticas familias, los Pendragon.
—Lo lamento pero no me suena familiar el apellido así que te pido seas más específico.
—No lo puedo creer —dijo Sam con mayor picardía en su voz—. La leyenda del Rey Arturo, ¿la conoces?
—Sí, bueno, he oído de ella.
—Pues ahí lo tienes —concluyó él, con esperanza de encontrar algo de humor en el rostro de su amiga.
—¿Cómo es que tantos hombres y mujeres se levantan a protestar algo que está basado en un mito o una leyenda? Es una tontería.
—Bueno, es una tontería sí, pero tienen buenos argumentos para querer derrocar a La Reina y su gobierno, ¿no crees?
—Mejor explícame tus argumentos —replicó con astucia.
—Vamos Eli, tú vives en la realeza, comes gracias a ellos, pero los que tenemos que buscar cómo vivir en estos días,… es diferente.
—Entonces tú crees que las protestas tienen razón de ser.
—Yo solo digo que sea quien sea que la lidere, encontrará muchas potenciales opciones para unírseles.
Hubo un silencio que sepultó la conversación y estremeció el corazón de ambos, cada uno por razones diferentes.
—¿Viste el reporte del clima?, tal vez deberíamos irnos ya —retomó Sam la palabra.
—De acuerdo.
Al salir de la cafetería, el viento era fuerte y casi cegador para los caminantes, pero antes de despedirse Elina preguntó—: ¿Puedes averiguar quiénes incentivaron las protestas y reunieron a la gente?
—¿Para qué quieres saber eso? —dijo entre gritos mientras se cubrían los ojos con sus manos.
—¿Puedes o no? —cuestionó mientras se retiraba el cabello del rostro.
—Sí, pero no te metas en problemas, ¿quieres?, ese no es tu trabajo.
—Gracias, pero tu trabajo tampoco es cuidarme —le respondió dejando entrever una sonrisa por fin.
En casa, Elina se disponía a relajarse, intentando encontrar un balance entre lo que sentía estremecerse en su interior y la vida real, pero de cierta forma no lo conseguía. Encendió el televisor y puso las noticias, esas que nunca acostumbraba ver. Luego vio que la lluvia era peor de lo que pronosticaron, granizo de gran tamaño azotó varias ciudades en todo Reino Unido, no solo Londres, dejando heridos a su paso.
Apagó el televisor sumiéndose en un pesado sueño y una gran pesadilla.
Arturo había tomado un camino incierto, uno que no había trazado pero que de cierta forma, siempre había añorado. El enfrentarse a ese camino, transitarlo en compañía o solo, era aterrador, sobre todo porque nunca había pasado de ser un sueño, un deseo inalcanzable. Ahora pues, debía enfrentar ese terror y transitarlo. Después de todo, no hay hombre más valiente que aquel que acepta su miedo, pero no cede ante él. Así es como nacen los héroes; así es como nacen los auténticos y verdaderos reyes.Se encaminó pues hasta Wistman’s Wood, atravesó los árboles torcidos y los senderos complicados, hasta toparse nuevamente con aquellas bestias en el bosque; todas dispuestas a destruirlo.Él las vio, pudo sentirlas y entonces se arrodilló—: No vengo a pelear, solo necesito de su ayuda —les dijo, creyendo de alguna f
Ambas se apresuraron a entrar al resguardo de aquel amplio techo sobre sus cabezas.—¡Isabel escucha! —le pidió, girándola para encontrar su mirada y tocar su alma—. ¡Si amas a esta nación, si amas el Reino que osaste servir y guiar durante este tiempo, dejarás el trono para que esa misma nación prevalezca! ¡Las personas de esta isla ahora necesitan que su Reina, deje de serlo!Isabel no dio respuesta, no tenía palabras, necesitaba pensarlo.—¡Su Majestad, el Primer Ministro acaba de llegar! —le notificó Michael, agitado por haberla buscado en todas las habitaciones donde suponía se encontraba Su Reina. Hasta que le encontró en un pasillo lejano, empapada y en compañía de alguien inesperado—. ¡Su Majestad, llamaré enseguida a…!—A nadie Michael, muchas gracias.—¿Está segura Su Majestad?—Completamente. Ahora, vamos.Las miradas cruzadas entre Michael y Elina fueron abrumadoras, sobre todo para el primero, pues no tenía ni idea de
—Un segundo, ¿cómo planeas ver a La Reina ahora con tanta gente fuera? —le preguntó Connor a Elina, antes de marcharse para unirse a la batalla.—No lo sé, me las ingeniaré estando allá.—No deberías ir sin un plan, no podemos perderte ahora que tú eres la única que tiene magia.—Puede que tengas razón —aceptó, volviendo la mirada a la mesa, como si esta le rebelara lo que debía hacer, de igual forma, todos esperaron escuchar su plan.—Tal vez debas enfocarte en ayudarnos, después de todo solo es… —dijo Tomas, al ver que no proponía nada.—No, tengo una idea. La Reina recibe todos los días un cofre con los documentos a revisar, puedo dejarle una carta y decirle que nos reunamos en un punto donde nadie nos vea.—¿Cómo sabrás que leyó la carta, o que irá? —cuestionó Keane.—Todavía no se lo entregan —explicó, viendo la hora en el reloj de la habitación; apenas la mañana comenzaba su auge y ya se desataba una guerra—. Puedo seguir el cofre cuan
Arturo había huido, no por miedo a pelear las batallas, ni siquiera por miedo a perderlas, sino por miedo a que los demás pagaran el precio de su pérdida. Probablemente estimaba demasiado a las personas para que ellas padecieran porque él no era suficiente. El ser digno de algo no funciona si no te crees digno de ese algo.Había vagado por rumbos desconocidos, tomando rutas donde nadie le conociera, ayudó a unos hombres que necesitaban de su fuerza y recibió el pago suficiente para comprar un boleto de tren y alejarse de Londres. Ignoró las noticias todo lo que le fue posible, pero incluso en el tren, las personas a su alrededor charlaban y murmuraban sobre lo acontecido, sobre él, sobre los desastres de la naturaleza y sobre la creciente revolución. Ante eso, agachaba la cabeza y miraba hacia otro lado, como si con ello pudiera ignorar y dejar de escuchar tales cosas, anulando la idea de que todo depend&ia
Elina escapó rápidamente, corriendo y deteniéndose para que las personas a su alrededor no se alarmaran por la escena. Se dirigió a donde los amigos que había abandonado, aguardaban con esmero el regreso de su salvación.Keane, Tomas y los demás se mantenían reunidos en espera de un buen plan, de algo que les alentara a luchar y que les diera la esperanza de una victoria, aun si no tenían a su Rey.—No importa si hay o no más rebeliones y revueltas, si nosotros los guiamos, no tendremos el poder suficiente para llegar al trono y salvar a Reino Unido —insistió Keane, ante las sugerencias de Connor.—No tendremos otra oportunidad —le pregonó.—Podríamos esperar a Arturo, tal vez vuelva si ve que las cosas están tan mal —intervino su viejo amigo.De pronto la puerta fue golpeada con desesperación, se encaminaron
La mañana había vuelto a aparecer y con pesar para algunos, el alba no había traído consigo el regreso de Arturo. Todos estaban conmocionados, nadie imaginaba donde estaba: ¿en verdad había huido y dejado todo atrás? ¿Realmente había abandonado a sus amigos en un futuro incierto?—¿A dónde vas? —le preguntó Keane a Elina, extrañado por verla cargar un pequeño bolso en su brazo.—Me voy —le dijo, sin mirarlo fijamente, evadiendo las reprimendas.—¿A qué te refieres con que te vas? —le gritó— ¡No puedes dejarnos así nada más?—¡Él se ha ido!... Y no planea regresar, por eso me voy a un lugar donde pueda seguir descubriendo quien soy, al menos en lo que le queda de vida a esta isla.—¡¿Entonces te rendirás así de fá
Último capítulo