Más tarde, Olívia se retiró a un camerino junto al salón. Necesitaba descansar. Se sentó en el sillón, con los ojos cerrados, intentando recuperar el aliento.
Oyó la puerta cerrarse. Abrió los ojos y se puso de pie.
—¿Peter? ¿Qué haces aquí? —preguntó, sorprendida.
Peter dio dos pasos hacia adelante.
—Olívia, perdóname. Renuncia a este matrimonio. Vámonos juntos.
Ella abrió los ojos de par en par.
—¿Estás loco, Peter? ¿Olvidaste todo lo que me hiciste? Estás casado. CASADO.
Él se acercó.
—Cometí la peor estupidez de mi vida, pero todo se puede arreglar. No amo a Camila. Te amo a ti, mi vida.
Olívia sintió que las lágrimas brotaban. La voz le salió temblorosa:
—¿Ahora te acordaste de que me amas? ¿Después de todo el sufrimiento por el que me hiciste pasar?
Peter extendió las manos.
—No soporté saber que otro hombre te tocó, que te dejó embarazada. No debí haberte dejado sola en aquella suite. Estaba ansioso por nuestra primera vez, pero me desorienté cuando me llamaron diciendo que mi