De vuelta a la fiesta, la primera persona que vio fue Victor. Lo abrazó con fuerza.
—Vic, ya me voy. Por favor… no olvides lo que me prometiste. No te metas en otro problema. Cuida de mamá y de papá —murmuró ella, con la voz quebrada.
Victor se pasó la mano por el pelo, intentando sonreír para tranquilizarla.
—Tranquila, Liv. Ya no estoy jugando. Voy a echar de menos tus regaños por la mañana. Vas a ser feliz… porque te casaste con un buen tipo. Te amo —dijo, sin saber el torbellino que ella llevaba por dentro.
Olívia apretó el abrazo, cerrando los ojos.
—Yo te amo más que a nada —susurró.
Después fue hacia su madre. Ana la vio llegar y abrió los brazos.
—Aquí estás, hija. Tu padre te está buscando.
Olívia forzó una sonrisa, intentando parecer serena.
—Mamá, ya nos vamos.
Ana la miró con más atención.
—¿Estabas llorando? ¿Por qué se van en mitad de la fiesta?
Olívia tragó saliva, sintiendo cómo la emoción le apretaba la garganta.
—¿Cómo no voy a llorar, mamá? Cumplí mi sueño, pero voy