Capítulo 32
Laura arrojó todos los cubiertos de la mesa al suelo, y la sopa salpicó, manchando el dobladillo del pantalón de Ana. Lucía, que vigilaba la puerta, se salvó por poco.

—¡Ana! ¡Ya no tienes el respaldo de los Herrera! ¡Si yo fuera tú, mantendría la cabeza baja! ¿Crees que seguirías en Terraflor si Isabella no fuera tan bondadosa? —La imagen pública de Isabella era la de una joven inocente y pura. Después de vagar por más de veinte años, mostraba tal magnanimidad hacia quien le había robado su vida que todos alababan su corazón compasivo, algo que Ana detestaba profundamente.

Chasqueó la lengua con desdén. —Abra su mente, ¿acaso sin los Herrera no puedo buscar otro respaldo? —Tras unos segundos de silencio, Laura explotó: —¡Descarada! ¿Qué ciego se fijaría en ti?... —Sus insultos se volvían cada vez más vulgares.

Lucía no lo soportaba más, pero Ana fue más rápida – recogió una servilleta usada del suelo y la metió bruscamente en la boca parlante de Laura, reemplazando los insultos con ar
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