Un día antes de la gala benéfica, Gabriel fue personalmente a casa de Ana para llevarla a una tienda a probar vestidos.
Habiendo avisado con antelación, apenas entraron, alguien se acercó a atenderlos.
—Señor Urquiza, señora Urquiza, esta es la obra maestra de nuestro diseñador estrella, apenas llegada hoy del extranjero...
Mientras la vendedora explicaba, dirigía a su asistente para que presentara el vestido.
Era principalmente negro, con un diseño de hombros descubiertos que transmitía elegancia infinita, sin exceso de adornos, sencillo y elegante.
Ana se enamoró de él al instante.
—¿Quieres probártelo? —La voz profunda de Gabriel sonó junto a su oído. Hoy no llevaba gafas, y bajo sus largas y densas pestañas brillaban unos ojos negros y profundos, en los que se apreciaba un destello de placer.
Parecía que la forma en que la vendedora se había dirigido a ellos le había agradado.
El día anterior, Gabriel le había pedido a Ana una posición legítima, pero no había recibido respuesta.
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