Esta lógica se aplica a todas las personas enamoradas.
Ana guardó silencio.
—Entonces te haré otra pregunta —continuó Lucía—. Cuando Gabriel te toca, ¿tu corazón se acelera?
—¿Y cuando otros hombres te tocan, ¿tu corazón se acelera? —contraatacó Ana.
—¡Cuando me toca alguien que me gusta, por supuesto que se acelera! Y si hablamos de hombres comunes, no te preocupes, ¡ni siquiera tendrían la oportunidad de tocarme! —respondió Lucía con absoluta convicción.
Era una persona con sus sentimientos bien definidos. Los límites entre lo que le gustaba y lo que no, estaban perfectamente trazados. Incluso si por accidente tenía contacto físico con alguien que no le gustaba, su corazón permanecía impasible.
Ana optó por mantener el silencio. No podía admitir que cada vez que Gabriel la tocaba, sentía como si ardiera por dentro. Era algo demasiado embarazoso, imposible de expresar. Mejor dejarlo así.
Ana intentó cambiar de tema, pero Lucía no cayó en la trampa. Continuó indagando obstinadamente so