Mateo apareció detrás de Ana con el rostro cubierto de nubes oscuras y una mirada penetrante y peligrosa.
—¡Mateo! —exclamó Isabella como si hubiera visto a su salvador, sus ojos iluminándose al instante. Lo llamó ansiosa.
Paula asomó la cabeza desde detrás de Mateo para tranquilizarla.
—No te preocupes, Isabella. ¡Mateo ha venido a respaldarte!
Con estas palabras, el corazón agitado de Isabella finalmente se calmó.
Ana contuvo el impulso de reír. Dio dos pasos hacia adelante para distanciarse de Mateo. Se giró y soltó una leve risa sarcástica.
—Parece que el señor Mateo sufre de sordera a tan temprana edad. Por supuesto que me refería a dejarle las cosas claras a tu querida.
Aunque viniera el mismísimo dios, Isabella tendría que afrontar las consecuencias. ¿Pensaba que con la llegada de Mateo todo se resolvería? ¡Qué ingenua!
—Ana, ¡habla con propiedad! —La provocación hizo que la sien de Mateo palpitara con fuerza.
No se acercó a Isabella, sino que permaneció en la puerta, confrontan