Cuando Ana alcanzó a Fabiola, todo había terminado.
Isabella pasó junto a ella con el rostro cubierto, llorando desconsoladamente antes de huir corriendo.
Ana miró instintivamente hacia Fabiola y Mateo, quien tenía una expresión sombría.
La relación entre madre e hijo estaba tensa, ya distante debido a que Fabiola siempre estaba ocupada con su trabajo.
Hoy, por el asunto de Isabella, estaban al borde de la ruptura.
—Fabiola.
Fabiola notó la preocupación en los ojos de Ana y negó con la cabeza.
—Estoy bien.
Luego, Fabiola se giró y miró fríamente a Mateo.
—¡En el futuro, sin importar la razón, mantente alejado de Isabella!
Las tácticas poco dignas de Isabella le resultaban vergonzosas a Fabiola.
¿Cómo podía haberse fijado Mateo en una mujer así?
¿Se podía comparar a Isabella con Ana?
Eran como el cielo y la tierra.
¡Y Mateo había elegido lo peor!
Fabiola estaba genuinamente furiosa; un hijo con tan poca visión le avergonzaba en público.
Mateo se contuvo una y otra vez.
Sus ojos estaban