Capítulo 121
Fue empujada contra el marco de la puerta.

El aliento a alcohol mezclado con respiración ardiente le resultó extremadamente incómodo.

—¿Eres tú la que me han enviado? —preguntó el hombre.

Ana estaba confundida.

¿No había sido él quien la había arrastrado dentro? ¿Cómo se había convertido en "enviada"?

Su entrecejo se crispó, casi riéndose de la absurdidad.

La luz en el reservado era tenue, solo una lámpara ambiental brillaba en el rincón.

—Esta vez tienen buen gusto —murmuró el hombre con voz ronca y magnética, revelando satisfacción.

En el momento en que se inclinó para besarla, Ana levantó la pierna, dobló la rodilla y la impulsó violentamente hacia la entrepierna del hombre.

—¡Aaah!

Sin duda, un grito de dolor resonó por todo el reservado.

Junto con el deseo inducido por alguna droga, el dolor hizo que lentamente se disipara.

El hombre cayó al suelo, retorciéndose.

Ana lo miró desde arriba con desdén, mientras escuchaba pasos acercándose rápidamente.

Luego, la puerta del reservado s
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