El sol apenas comenzaba a filtrarse por las cortinas cuando Stella abrió los ojos. Durante unos segundos, no supo dónde estaba; solo sintió el calor de un cuerpo fuerte y el sonido pausado de una respiración junto a su oído. Entonces recordó.
Cyrus. La noche anterior. Sus brazos.
Estaba acurrucada contra él, con la cabeza sobre su pecho, y su mano aún descansaba en su cintura, sujetándola con una suavidad que la hizo sonreír. Era extraño para ella sentirse así de tranquila después de todo. No recordaba la última vez que había despertado sin miedo, sin la sensación de vacío oprimiéndole el pecho.
Levantó la vista y lo observó. Cyrus dormía profundamente, con el rostro relajado, el cabello rubio ligeramente despeinado y una expresión serena que contrastaba con su porte fuerte. Había algo casi tierno en él cuando dormía, algo que le hizo sentir una punzada cálida en el pecho.
«¿Cuándo fue que empecé a sentir esto tan fuerte por él?», se preguntó, sin poder apartar la mirada.
P