Por su parte Tiberius había tensado la mandíbula por el saludo que sus sobrinos le dieron a Ignacio, aunque reconocía que eran niños impresionables, el saber que su padre estaba herido bastó para que echaran por tierra todos los planes que habían trazado y que le consultaron con mucha seriedad, para hacerle pagar su abandono.
De a ratos se conmovía con la situación de él, pero tenía muy arraigadas en su mente las imágenes de Evana llorando y sufriendo por su desprecio, así que todavía le faltaba mucho para ganarse su confianza total; apoyaría a su hermana y a sus sobrinos, sin embargo, se mantendría vigilante.
Se apartó un poco para que Ignacio pudiera hablar con Evana y los niños, entonces Ignacio le hizo señas de que estaba entrando una llamada de Raffaella.
–Sigue hablando con los gemelos, cuando termines la llamo.
–¿Seguro te sientes mejor? –le preguntó Evana con duda.
–No te imaginas la cantidad de pruebas que me hicieron cuando desperté, ya es